Las bodegas y almazaras, por sus propias características, necesitan disponer de coberturas y condiciones adaptadas a este tipo de riesgos, tanto para las instalaciones como en el producto final y su comercialización.
Una de sus particularidades más destacada es que se trata de una actividad en periodos concretos, debido a los ciclos naturales de recolección, con importante fluctuación de existencias.